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Marga Coll y doce recetas dulces
Hay libros que no nacen para estar en una estantería, impolutos, sino que son para mancharse, doblarse y disfrutar en familia. Para pasar de mano a mano. Aquellos que se abren sobre la encimera y al mismo tiempo unos meten las manos en la masa, otros roban azúcar a escondidas. Así es el segundo libro de Marga Coll, que se adentra en el territorio dulce popular mallorquín, Les receptes dolces de Miceli per cuinar en família. “12 recetas que se quedan cortas para explicar todo lo que querríamos, pero son suficientes para compartir, qué es lo importante”, dice Marga.
Después del primer volumen dedicado a las recetas saladas, Marga se vuelve a poner el delantal y se deja dibujar para conseguir que la gente no olvide esas recetas que tienen que pasar de abuelos a padres y de padres a hijos.
Dos libros que van de tocar, amasar, equivocarse, volver a empezar y cocinar en familia. De sentarse juntos en la mesa y entender que la cocina no es solo el resultado final, sino todo el trabajo anterior que conlleva. Son platos que acompañan fiestas, celebraciones y sobremesas largas en las que un dulce no puede faltar. Son recetas que cuentan quiénes somos y de dónde venimos.
Según Marga “las recetas dulces no entienden de temporada, sí entienden de tradición e historia”. Por eso, cada una incluye una pequeña introducción que explica de dónde viene, por qué se hace, qué historia arrastra. Porque para Marga es importante que los niños, y no tan niños, entiendan el porqué de las cosas.
Más allá del libro, la chef de Miceli apunta a algo más profundo, el estado actual de la cocina mallorquina en las casas. “Tenemos un problema muy grave, la cocina mallorquina está desapareciendo”. No porque no guste, sino porque no se cocina. Por falta de tiempo, hábitos y transmisión de recetas. Igual que a los niños también hay que involucrarlos porque si les das todo hecho, se acostumbran a esas texturas y sabores y cuando les das unas lentejas, «es un no seguro». Por eso hay que insistir en cocinar con ellos, implicarlos, que entiendan el trabajo que hay detrás de un plato. “Si participan, al menos lo probarán”.
Con estos libros pretende plantar una semilla, “me siento en la obligación de que estas recetas queden escritas y, sobre todo, que se cocinen”.
Todo esto no es nada más que un recordatorio, porque la cocina empieza en casa y que cocinar es cuidar. Y que el futuro de la gastronomía se construye hoy, con los niños metiendo las manos en la masa y que pregunten por qué. Como dice Marga, “los niños no son el futuro, son el presente”. Y la cocina, si no se comparte, se pierde.
